Seguidores

jueves, 6 de diciembre de 2007

EL NACIMIENTO DEL POEMA

  • UN ESQUEMA GERMINAL
    Todo acto de imaginación pone en juego aquellas otras facultades del individuo, como la atención, la memoria, formas de abstraerse, etc.,
    El tema de la imagen está estrechamente vinculado al problema de las representaciones.
    Más allá de estas dos esferas detectamos un nuevo reino, el de las formas plásticas, musicales o poéticas y esas formas poseen una verdadera universalidad”.1
    Por su función de conocimiento y descubrimiento, las formas estéticas son soportes de objetivación de la realidad. Frente a estas manifestaciones, la imagen contribuye a la plenitud de la emoción, liberando en procesos catárticos, ciertas inquietudes del espíritu.
    El artista crea con elementos virtuales que pueden ser espacios de color, sonidos en movimiento, ritmos y palabras, en busca de algo esencial, búsqueda interminable, nunca definitiva. En rigor, el artista no necesita de experiencias vitales descomunales o extraordinarias, con respecto a los demás hombres, para ser tal; el don poético tiene su objeto propio en la palabra y en la expresión. Dice Eliot : “No es por sus emociones personales, emociones provocadas por tal o cual acontecimiento particular de su vida, que el poeta es, de algún modo, notable o interesante.
    Para el poeta, todos sus conocimientos, imágenes, emociones, recuerdos, deseos, desarrollan una energía inusual, no ordinaria de estas operaciones, pues en ellas hay una cualidad distinta, cualidad que no solo ocurre en el momento de la creación sino también en el advenimiento de la sugestión, y - aún antes, posiblemente en cualquier instante de su vida interior -, una cierta dirección creadora ha asumido las vivencias del poeta.
    ¿Será esta voluntad íntima, subterránea de hacer arte y que transforma las vivencias del poeta en una dirección determinada, lo que le presta sentido, coherencia y solidaridad al “universo poético” del autor?.
    Dice José Miguel Ibáñez Langlois : “Todo poema alude a un “mundo” preciso, en el que cada cosa, cada imagen y cada palabra tienen un sentido preciso incorporado a ellas, una carga alusiva estable, un lugar preciso dentro de este universo. La existencia de este “mundo” se relaciona directamente con la voluntad de arte que es, en última instancia, la que ha configurado las experiencias del poeta en una forma constante y esa voluntad de arte es la que le confiere su propio coeficiente de utilización poética.
    UN NÚCLEO POÉMÁTICO
    En su conjunto la obra comporta una gama de sentidos; esta idea unitaria de la obra fue postulada por W. Dilthey, quien instó a dar prioridad al plano de la subjetividad y a las consecuentes identificaciones psicológicas en el mundo creador[1]. Las imágenes, en cambio, son respuestas libres con aptitud para ser objetivadas, ya que no desechan las convenciones; más bien las contienen para desviarlas, subvertirlas, transgredirlas, renovarlas.
    El poema en germen puede ser muchas cosas : una imagen adecuada a una realidad vital que solo puede vislumbrarse; un acontecimiento exterior que signifique mi realidad interior percibida en un mágico instante. Los versos de otro poema, en los cuales me identifico y que me obligan a proyectarme en una obra propia. Un deseo obsesivo que crea sus propias imágenes y que lucha por ser desarrollado. ¿Cómo llegaron estos “sucesos” a ser núcleos poemáticos? Son comunes, nada problemáticos, se los halla a cada paso; pero su virtud poética los convierte en don y privilegio. No son voluntarios, pues una decisión conciente, no lograría el exquisito fruto artístico que constituye el poema. El nacimiento de un poema no se forja: sencillamente “viene”, se encuentra. Un hombre no puede decir : compondré poesía. Pareyson lo denomina “lo spunto” y para él, este brote tiene una estructura psicológica variable, que solo se orienta con su vocación de desarrollo en forma de poema; el “brote” puede consistir en “una experiencia sensible que traspone metafóricamente el sentido de una vida entera, convirtiéndose en su centro”, o bien en “un ritmo que con su musicalidad sugiera una atmósfera interior o evoque un contenido espiritual o simbolice una experiencia de vida”.
    De Sanctis, lo llama “pequeño mundo, que esconde en su seno grandes tesoros, visibles solo al ojo poético.”[2]
    Los mejores análisis son los de Benn y Eliot. “Hay primero un embrión inerte o germen creativo y, por otra parte, el lenguaje, los recursos de las palabras bajo el imperio del poeta.
    Las emociones, las vivencias, los aspectos psicológicos quedan atrás, en la pre-historia de la poesía, y aquella palabra germinal, primigenia es el primer paso formalmente poético. El poeta “no sabe lo que tiene que decir hasta que lo ha dicho”.[3] El poeta “es atormentado por un demonio, un demonio contra el cual se siente impotente, porque en su primera manifestación no tiene cara, no tiene nombre, no tiene nada; y las palabras, el poema que él hace, son una especie de exorcismo de este demonio”.[4] Dentro del núcleo inicial del poema va incluida, entonces, la norma de la producción singular que necesita.
    El poeta, por tanto, es pasivo y activísimo. Resumiendo, el núcleo poemático ocurre en la mente del poeta, condicionado por múltiples antecedentes psicológicos, innumerables lecturas, posiblemente adormecidas en su memoria; la influencia literaria presente en el ambiente y que concurren para aportar mil y una potencias expresivas, vivencias y esquemas formales, ritmos, imágenes, estructuras de vida y de lenguaje que cobrarán real vida en la forma de la nueva obra poética.
    1Ernest Cassirer, Antropología Filosófica (México : Fondo de Cultura Económica, 1984)
    [1] Wilhem Dilthey, Poética (Buenos Aires: Losada, 1985).
    [2] De Sanctis Francesco, Pagine dantesche (Milán, Treves, 1921), pág. 40.
    [3] Ibid., pág. 98.
    [4] Ibid., pág. 100

1 comentario:

Peggy Bonilla dijo...

Lya

Bienvenida a la blogosfera, te felicito.

Abrazos de tu amiga mexicana
Peggy

Premio Calidez

Premio Calidez